Dejé de pensar estos tiempos angostos,
entretejidos en la oscuridad de las noches
oculté las líneas atormentadas de las escrituras sin nombre,
inventé la danza de la soledad eterna.
Así sin más,
sin dolor externo.
Navegué los vientos helados de la conciencia
pensé que moría
era mi vida la que se movía en el medio del tumulto,
la vi pasar, dentro de mí,
corrompiéndome, resignándome, arrastrándome.
No hablé más del dolor del vivir,
del sentimiento de querer morir en cada puerta,
a cada momento,
de querer gritar hasta desecar la garganta
hasta cortar
uno a uno
los vacíos del tiempo.
Buma.
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